El objetivo del artículo es caracterizar y evaluar la presencia del fuego como instrumento de gestión del territorio, señalando las continuidades y cambios en su uso desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX. A partir de la situación descrita en el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura de 1790, se realiza un análisis evolutivo del uso del fuego en la provincia de Cáceres mediante la información suministrada por fuentes judiciales y policiales depositadas en el Archivo Histórico Provincial (AHP). Se maneja además el Registro Histórico de Incendios Forestales (RHIF) creado por el grupo de investigación Complutense, que se remonta al año 1497 y cuenta con casi 7.000 registros de incendios históricos datados y documentados. Todo ello ha permitido profundizar en el conocimiento sobre la distribución espaciotemporal del fuego útil, su relación con la organización del terrazgo y los conflictos que generaba, suministrando interesantes conclusiones sobre la intensa relación existente entre su uso en el marco de los sistemas agrarios tradicionales y el posterior régimen de incendios que se instala acompañando la crisis de dicho sistema de organización.
This paper aims at characterizing and evaluating the use of fire as a management tool in the rural areas. The final objective is to clarify the continuities and changes in burning practices from the late eighteenth century to the mid-twentieth century. The starting point to analyse the evolution of the use of fire in the province of Cáceres has been the description presented in the
Existe una coincidencia generalizada en destacar la importancia que el uso del fuego llegó a alcanzar en los sistemas agrarios tradicionales del mundo mediterráneo, si otorgamos esta genérica apelación a los desarrollados con anterioridad al éxodo rural masivo de mediados del siglo XX (Pyne,
La presencia del fuego en el territorio ha respondido a dos tipos de razones a lo largo de la historia. Por un lado, a la propia expansión de la actividad agraria desde el Neolítico, para conquistar y mantener el espacio agrícola y ganadero. En el marco de los sistemas tradicionales agroganaderos, su recurso era imprescindible para abrir áreas de monte (Balboa,
En el largo proceso de progresivo declive y posterior recuperación de la cubierta forestal sucedido en los últimos siglos, conocido como transición forestal (Rudel, Schneider y Uriarte,
En la provincia de Cáceres confluyen circunstancias de diversa índole que han facilitado una aproximación privilegiada al problema de la presencia del fuego y su variación espaciotemporal. Por un lado, la pervivencia de prácticas agroganaderas con frecuente recurso a las quemas; y junto a ello, una alta conflictividad social en el uso de la tierra, provocadora de no pocos incendios. Al mismo tiempo, una magnífica documentación histórica desde finales del siglo XVIII hasta la actualidad. En este sentido, el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura, punto de partida de la investigación, constituye una magnífica relación territorial de la situación a finales del siglo XVIII. Su confrontación con documentación judicial y policial posterior, junto con otras fuentes secundarias, han permitido una completa caracterización de la presencia del fuego en el territorio en el marco de los sistemas agrarios tradicionales (Galiana,
La presencia y el impacto del fuego en el territorio están directamente vinculados a la actividad humana, tanto de forma directa a través de la ignición y extinción, como de forma indirecta mediante la gestión del combustible, las medidas de prevención, y los cambios en la población y en su comportamiento (Turco
El colapso y la desestructuración de los sistemas socioeconómicos rurales mediterráneos a mediados del siglo XX supuso la despoblación de los espacios de interior y el abandono de los usos tradicionales del suelo. Esta pérdida de gestión y activos patrimoniales, unida a la aparición de nuevas dinámicas territoriales en relación con los procesos de urbanización, dio lugar a un aumento descontrolado del combustible y a la aparición de nuevos conflictos y realidades socioespaciales que se convirtieron en las fuerzas motrices de un nuevo régimen de fuego (San Miguel
Partiendo de estas premisas, el fundamento teórico de la investigación llevada a cabo se apoya en tres bases principales: la teoría general de sistemas, la teoría de la resiliencia y la teoría cognitiva.
En realidad, la teoría de los sistemas socioecológicos es la referencia general del paradigma de los riesgos naturales en Geografía, que considera que el origen de las catástrofes se encuentra en el carácter de las relaciones que se establecen entre la población y sus entornos (O’Brien, O’Keefe, Gadema y Swords,
En segundo lugar, la teoría de la resiliencia se ha utilizado también profusamente en las últimas cuatro décadas para explicar los cambios abruptos que acontecen en los sistemas socioecológicos (Garmestani, Allen y Benson,
Por último, la teoría cognitiva examina los conceptos subyacentes a las acciones humanas, tales como los valores, las actitudes y las normas, y establece relaciones entre todas ellas (Czaja y Cottrell,
Desde 1968 España cuenta con una base de datos de incendios forestales, la Estadística General de Incendios Forestales (EGIF). Esta sistematización estadística a cargo del Ministerio de Agricultura respondía a la preocupante evolución del riesgo, con un agravamiento del problema de los incendios y una alarma social creciente (Carracedo, Diego, García y Rasilla,
La evolución espaciotemporal de los incendios antes de 1968 había sido abordada a través de la información procedente de la administración forestal y mediante el recurso a la prensa escrita (Araque,
Para la provincia de Cáceres, el RHIF está alimentado principalmente, además de por el Ministerio de Agricultura y las fuentes hemerográficas, por la excepcional riqueza y calidad de la información procedente del Archivo Histórico Provincial (AHP). De aquí proceden numerosas referencias a incendios históricos extraídas de los fondos documentales de Real Audiencia, Juzgados de primera instancia e instrucción, Ayuntamientos, y Gobierno Civil (Araque
Además del RHIF, la base del estudio la constituyen las respuestas recogidas en el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura de 1790, cuya documentación original se encuentra igualmente en el AHP
“42. Si se reparten por suertes algunos montes á los vecinos para rozarlos, y en qué forma se practíca: si se perjudica a los árboles, ó se procuran conservar.
[…] 46. Si se suelen quemar los montes, y para qué fines: qué perjuicios se siguen de esto, y cómo se suele castigar este exceso” (Interrogatorio,
La prolija documentación judicial producida por la Real Audiencia documenta la conflictividad derivada de la presencia del fuego a través de numerosos litigios. Esta línea se ha continuado con los expedientes procedentes de los juzgados de primera instancia a partir de su creación en la primera mitad del siglo XIX, y en ella también confluye, en buena medida, la información administrativa procedente de algunos archivos municipales consultados
El análisis crítico efectuado a partir de la consulta exhaustiva de las respuestas al Interrogatorio de la Real Audiencia de 1790 ha permitido realizar una primera caracterización del uso del fuego, poniéndolo en relación con su uso en diferentes prácticas agrarias y otorgándole una localización precisa a nivel de término municipal. También ha hecho posible valorar su consideración social, derivada de la conflictividad asociada al mismo, más allá de su carácter delictivo (Carmona,
En una segunda fase, se han determinado las permanencias y los cambios que experimenta el régimen de incendios durante el siglo XIX y primera mitad del siglo XX. La documentación judicial y administrativa consultada, y su rica información sobre la conflictividad asociada al uso del fuego, aporta valiosas conclusiones sobre las causas que están detrás de numerosos siniestros. En este mismo sentido, la caracterización y evaluación del régimen de incendios en los años previos al periodo de la serie estadística que se inicia en 1968, realizada con el fondo del Gobierno Civil del AHP entre 1942 y 1966 (Galiana,
Las características del proceso colonizador y repoblador altomedieval son esenciales para entender el sistema de tenencia de la tierra a finales del siglo XVIII. Debe recordarse la importancia de las Comunidades de Villa y Tierra en este territorio que, junto a la Orden de Alcántara en su sector noroccidental, constituyeron la organización jurisdiccional básica de la actual provincia cacereña, implantando unos esquemas de distribución del espacio con un protagonismo casi absoluto de la propiedad concejil (Monsalvo,
Esta consolidación de la gran propiedad tenía en la dehesa su forma de explotación generalizada. En ella, el habitual arrendamiento para roza y siembra, y la labor como ocupación mayoritaria de un terrazgo dividido en hojas, fue perdiendo protagonismo frente a la dedicación exclusiva a pasto de buen número de dehesas a lo largo del siglo XVIII (Melón,
(Herreruela) “41. Como la escasez de tierra para la labor en este pueblo es tan grande, se entran los labradores en lo mas yntrincado de la sierra y en lo más aspero del rivero a desmontar para sembrarlo, sin embargo de que por costoso que le sea le precisan a pagar el diezmo y terrazgos como si fuera la mejor tierra”
La importancia histórica del uso del fuego en la provincia de Cáceres tiene que ver con dos hechos estrechamente relacionados. Por un lado, con la amplitud espacial e intensidad que alcanzaron los aprovechamientos ganaderos, desarrollados a partir de unas favorables condiciones agroclimáticas para los pastos de invernada; y por otro, con su coexistencia con una agricultura cerealícola adaptada a la pobreza edáfica de buena parte de su territorio. Esta coincidencia de usos se resolvió históricamente con el recurso a largos turnos de siembra en buena parte del terrazgo (Pereira,
La roza y siembra, previo reparto de suertes entre los vecinos, se efectuaba preferentemente sobre los baldíos, aunque, en ocasiones, la amplitud del espacio montuoso apto para la roza ni siquiera precisaba del habitual sorteo. Igualmente se procedía en las encomiendas de la jurisdicción de la Orden de Alcántara. No fueron infrecuentes las roturaciones en dehesas concejiles (boyales, de propios), mediando el correspondiente reparto o subasta; más rara vez en terrenos particulares. La ejecución de rompimientos en contra de la voluntad de las Comunidades de villa y tierra no debía ser nada excepcional, aunque los testimonios que reconocen esta práctica ilícita sean escasos:
(Piornal) “41. Los mas de los terrenos que goza este Pueblo son incultos llenos de piedras, de mataraña, de roble y de berezo, ay muchos que a puro travajo y costa los rompen algunos pedazos y el no romper mas es por que lo impide la justizia temiendo la ciudad de Plasenzia y sino fuera por dichos Rompimientos no pudieran subsistir ni mantenerse sus habitadores, pues despues de la perdida de las castañas no se a esperimentado otro remedio mas util ni quemas, de forma que de impedir el cerrarlo se pierde esta población, cuios cierros son de parez y se cuida no impidan a los ganados, y son en nuestra propia deesa unos que hazen a tres celemines, otros a mas y menos. El no haver ojas ni rozas es por no poderse hazer como no sea de la forma que va referido” (Interrogatorio,
Era costumbre efectuar el sorteo el día de San Martín, adjudicando un número de suertes proporcional al número de yuntas, en un proceso perfectamente formalizado en todas sus fases (Rodríguez,
Respetar el arbolado existente y evitar que el fuego se soltase eran las principales preocupaciones del proceso preparatorio a la quema:
(Mesas de Ibor) “42. Los montes que ay utiles para rozas se reparten por suertes medidas a varas con ygualdad, luego se hacen tantas voletas cuantos sujetos han pedido lavor, estas dobladas con el nombre de cada uno para dentro se meten en un cantaro. […] Los montes que se parten para rozas no tienen arboles y caso que ayga alguno se ara, limpia y desbroza alrededor para su conservacion.
[…] 46. No se suelen quemar los montes en este termino, porque se echa buena raya a las rozas y se procura la orilla y ayre favorable al ponerlas fuego” (Interrogatorio,
(Villamesías) “42. Que se reparten por suertes a los vecinos los ejidos del termino cada tres años a tres hojas y que es preziso rozar la mata parda, pues si se deja crecer no se cojera grano y que aunque hay quema de la roza no se sigue perxuicio porque la separan de algun otro arbol si hay, y que es practica ynmemorial el laboreo de estos ejidos por no haber otras tierras en el termino” (Interrogatorio,
En cualquier caso, la búsqueda del beneficio agrícola inmediato prevalecía sobre la conservación del arbolado en la quema del monte rozado, única forma de ampliar la superficie de cultivo ante el avance del uso privativo para pastos de buena parte de las dehesas. Pero, además, la baja calidad agrológica de estos terrenos marginales hacía del abonado mediante las cenizas el mejor y casi único modo de disponer convenientemente estas tierras para la cosecha, superando en efectividad al derrame de cal según extendida opinión de la época (Zepeda,
(Alcuéscar) “[…] pues criandose y conservandose dichos montes pardos hasta hallarse sufizientes de doze o mas años, harian sus rozas los labradores y producirian (como la esperiencia lo acredita) a el duplo las mieses que en ella se sembrasen” (Interrogatorio,
(Toril) “42. En la dehesa y egido de esta villa hay quatro labores, cada año se saca una y se reparte por suertes entre los vezinos labradores para su sementera, es de poca roza con motivo de la continuación, y al tiempo de su quema se dan sus rayas correspondientes a los arboles y se practica la quema sin ofender al monte, el que se procura conservar conforme prevee la real ynstruccion, apostando y guiando anualmente por cima de dos mil chaparros” (Interrogatorio,
Las operaciones de roza y quema tenían un modelo de referencia para el espacio forestal en su conjunto, que no era otro que la consecución de un monte ahuecado. La preparación del terreno para la siembra se debía acompañar de la entresaca y beneficio del arbolado productivo (encinas, alcornoques, quejigos), eliminando las matas inútiles (jara, brezo, lentisco, madroñera, rebolla, torvisco, aulaga) y favoreciendo además su uso ganadero:
(Majadas) “42. En todo el terreno desta villa hay en sitios vajos y en otros altos, se reparte por suertes a los vecinos para la lavor, de que unicamente viven, el monte bajo como jara, lentisca y otros semejantes se rozan y el alto como encinas, quejigos y robles se entresacan, y cuando se quema se procura guardar y guarda en lo posible el arbolado.
[…]. 44. El terreno desta villa está poblado como queda dicho de encinas, quejigos y robles por lo alto y por lo bajo de jara, lentisca, tomillo, verezo, retama, madroña, torvisca y aolaga; lo alto da vellota para la manutenzion del ganado de zerda y algunos alcornoques (aunque pocos) que dan corcha para las colmenas, y lo vajo solo sirve para beneficiar las tierras que se siembran con su zeniza por rozarse y quemarse antes” (Interrogatorio,
(Peraleda de la Mata) “42. [… ] que algunos montes bajos que ay pasan a los vecinos por suertes, a efecto de que quitando las matas que estan dehemas, dejen chaparros para que con el tiempo se ejecute un monte floreciente, lo que asi ejecutan labrandolas al mismo tiempo, con cuio veneficio se frutifica a los que quedan y estos abundan en crecer y embarnecer, de suerte que limpiados en poco tiempo se consigue el monte que ba esplicado” (Interrogatorio,
Pero más allá de este beneficio ganadero añadido, las quemas en relación con esta actividad generaron otro tipo de prácticas completamente distintas a las asociadas a las rozas: los “quemados” o “quemorros” pastoriles (Abel, Hernández, López, Pulido y López,
(Navasfrías) “46. Se experimentan quemas de montes, no se sabe por quienes, pero se presume sea por los pastores con el fin de quitar el abrigo a las fieras y criar nuevas yerbas, de lo cual se suele seguir perjuicio a los arboles, nunca se ha formado causa por ser imposible averiguar el agresor” (Interrogatorio,
(Gata) “46. Se queman los montes con fraude por sugetos ignorados, para el fin de que coma el ganado particularmente el cabrio, en grave perjuicio de la colmeneria, olibos, encina, roble y castaños que se queman” (Interrogatorio,
(Partido de Trujillo) “Los montes de esta jurisdizion y partido están muy deteriorados, expecialmente los que corresponden a la subdelegación de Truxillo, […] por el daño que causan con mano oculta los trasumantes en los fuegos que prenden para que con las quemas se mejore el pasto, lo que también executan los pastores de ganado cabrio, destruiendo por estos medios dichos montes sin castigarse los yncendiarios […]” (Interrogatorio,
Este carácter clandestino, en el caso de los ganaderos trashumantes, podía esconder conflictos con la población local a la que se pretende excluir del uso de determinados espacios. Es lo que se denunciaba en la Tierra de Trujillo:
(Conquista) “46 y 47. Suelense quemar los montes o por fuegos sueltos, o por diligencias que hacen los trasumantes en sus posesiones para limpiarlas y exentar de arboles, pues de este modo no entra en sus dehesas ganado de zerda a la bellota, cuyo disfrute es de Truxillo y su tierra, cuyo gravamen sienten mucho […]” (Interrogatorio,
Pero, por lo general, los “quemados” extremeños responden a una de las finalidades más habituales en el uso del fuego pastoril: la eliminación de matorrales para favorecer la salida de pasto más abundante y apetecible, de mayor calidad bromatológica (Lasanta,
(Villanueva de la Sierra) “46. Algunos años en el estio suelen quemarse algunos pedazos de monte bajo como son de brezales, madroñeras, jaras y demas fusca, a causa de lumbres que echan maliciosamente y por lo regular suelen ser pastores, pero no se puede averiguar ni justificar el causante” (Interrogatorio,
Por último, junto a las rozas y los fuegos pastoriles, también aparecen algunas referencias a la quema de montes para hacer carbón de brezo en Las Hurdes, Sierra de Gata, Sierra de San Pedro o Monfragüe. En 1945, el ingeniero de montes Butler, responsable de las repoblaciones forestales en Las Hurdes, describía así esta práctica, aún entonces vigente:
“Un aprovechamiento muy generalizado es el del carboneo, constituyendo una industria agotadora, y que se realiza quemando una gran extensión de terreno abundante en brezos y jaras, donde luego después de enfriado van generalmente las mujeres a extraer las cepas, haciendo con ellas el carbón” (Butler,
A pesar del evidente y profuso uso útil del fuego, algunas de las respuestas siguen negando la existencia de estas prácticas, manifestando por el contrario la disposición del vecindario para hacer frente a algún posible incendio que se declarase:
(Jerte) “46. […] los montes deste termino nunca se queman para fin alguno, antes vien se guardan y defienden con el maior cuidado de los incendios, y quando se orixina alguno acuden la xusticia con los vezinos y le apagan inmediatamente para evitar el perjuicio de los robles y castaños que se queman, y después dicha xusticia procede a la averiguazion y castigo del incendiario y a la exacción del daño causado” (Interrogatorio,
Esta actitud de negación y respeto a la legalidad (
(Garciaz) “46. Las quemas suelen ser mui comunes en los contornos, pero nunca he oido que se haia averiguado el incendiario, siguiendose a estos naturales mucha fatiga personal en apagar y luego detrimento para las vacas en la perdida de pastos. […] Son frequentes las quemas, rara bez se averigua el yncendiario y causa mucho perjuicio a las abejas, ganados y arbolado” (Interrogatorio,
Frente al cainismo ante los ganaderos, la condescendencia hacia las prácticas agrícolas, que sólo daban lugar a accidentes inevitables:
(Logrosán) “46. En los montes confinantes a este termino se notan algunos años sus quemas, de modo que ia en monte de enzina o de jara o brezos, etc., se queman i deboran leguas de terreno, sin apearse quien sean los inzendiarios para su castigo, y solo quando de las labores de labradores se tiene la desgracia de que el fuego se les suelte sin poder contenerles, se procede contra tales labradores i pagan con el daño que resulta, sobre cuio particular los señores juezes conservadores miran estos lanzes con poca humanidad, pues deviendolos reputar por pura desgrazia y absolver de toda responsavilidad a dichos labradores como inculpables, exijen de estos considerables cantidades por via de denunzias, aunque les conte la inculpabilidad” (Interrogatorio,
Y, sin embargo, buen número de respuestas en todos los ámbitos de la provincia coinciden en señalar que el problema de los incendios, y de los conflictos asociados al mismo, están provocados fundamentalmente por el fuego suelto de rozas:
(Partido de Trujillo) “Las rozas para sembrar también causan varios perjuicios con sus quemas por más precauciones que se tomen, […] es muy frecuente salir el fuego de estas rozas y destruir más de dos leguas de dicho monte bajo con las colmenas y cuanto existe en su situación” (Interrogatorio,
Por lo general, no se trataba de negligencias en la preparación del terreno y ejecución de la quema, sino las consecuencias del riesgo inherente asociado a una práctica extremadamente peligrosa. Las condiciones en las que se efectuaba la quema de la roza (en el centro del estío, con la vegetación arrancada completamente seca y esparcida por el terreno) favorecían la formación de torbellinos y la aparición de focos secundarios:
“[…] los torbellinos unas veces como he dicho levantan piedras, que revolviéndose unas contra otras, se quebrantan, cuyo ruido atemoriza; otras, y son las mas, levantan brasas y leños encendidos, que arrojan á gran distancia, como yo he visto haber saltado el tajo por tres partes, comunicando el fuego de una parte al monte de la orilla opuesta, y todos los días lo experimentan los Labradores, quando dan fuego á las rozas; pues á poco rato que comenzáron á encender, notan diferentes saltos y nuevas llamas, sin haber llegado allí el fuego” (Zepeda,
La proliferación de fuegos sueltos provocaba innumerables conflictos con otros aprovechamientos. Los daños más denunciados eran, sin lugar a dudas, los provocados a los corrales de colmenas, preferentemente localizados en las zonas serranas:
(Alcuéscar) “Que la escasez de colmenas proviene la mayor parte de los continuados fuegos sueltos que todos los años se esperimentan, provenidos unos de no echar las suficientes raias a las rozas del monte pardo que hazen en estos terminos algunos labradores, tanto de esta villa como de la de Montánchez, y otros de los de este partido; y lo otro porque de intento los ponen en hora yntempestivas los cabreros por aprovechar con su ganado el retoño del monte pardo y cardillo; como tambien los carboneros para con mayor comodidad y menos trabajo hacer el carbon de brezo; […]” (Interrogatorio,
Asistimos a un conflicto creciente, motivado por el auge de la labor en aquellos años, y que se enquistaba particularmente en ciertos ámbitos jurisdiccionales, como sucedía en Las Hurdes. En el municipio de Nuñomoral, por ejemplo, el reparto de aprovechamientos enfrentó secularmente a los habitantes del terrazgo hurdano (mayoritariamente cabreros y labradores) con los propietarios de los derechos sobre la cría de abejas, pertenecientes a la salmantina villa de La Alberca. En la Sierra de Gata, por su parte, las denuncias se planteaban en relación con los daños ocasionados a un olivar en expansión. En cualquier caso, y de manera habitual, la negativa consideración de la práctica de la roza se argumentaba en relación con los daños ocasionados al monte en general, y al arbolado de encinas, alcornoques y quejigos, en particular:
(Gata) “42. No se reparten los montes por suertes a los vezinos para rozarlos porque los que se le repartieron en la dehesa, ejido y Moeda del Fresno permanecen con ellos de efecto de Reales Ordenes, estos rozos se hacen con perjuicio del arbolado porque en el tiempo de su quema fenecen muchos pies y se dejan de criar otros, añadiendose a esto los cortes de los labradores” (Interrogatorio,
(Villa del Campo) “42. […] que los concegiles que tiene esta villa se reparten a los becinos por fanegadas para rozarlos y sembrarlos, en esta villa señor ya no hai un arbol casi pues con las rozas o no los tienen las suertes de tierra (y) si los tienen son pocos y deteriorados, y las encinas y alcornoques van a finalizar enteramente en las tierras de lavor de este pueblo. […]
46. […] se queman los montes para la lavor de la tierra y sembrarla, los perjuicios que de las quemas resultan son no criarse un arbol de encina, alcornoque ni roble que produce este terreno; las quemas se hacen desolando, sin cuidado y con abandono del plantio si lo hai, no se cuida ni de encargar, castigar ni celar en quanto este punto” (Interrogatorio,
El monte que se quemaba (jara, brezo, lentisco, madroños, entre otros) era considerado “monte inútil”, con nulos o muy bajos aprovechamientos. Sólo de manera excepcional encontramos testimonios que relacionaban el perjuicio ocasionado al monte, además de con la pérdida de aprovechamientos, con el deterioro de su función protectora:
(Casas de Millán) “46. Que alguna vez suelen enzenderse, sin saver quien, las sierras de este termino, por lo que no se puede castigar y los perjuizios que se siguen de esto son: el que en tiempo de lluvias suelen venir algunas avenidas que ocasionan ruinas en las paredes de los huertos y aun inundarse algunas casas” (Interrogatorio,
Desde los pueblos no faltaron declaraciones que buscaban mejorar la coexistencia de la práctica de una agricultura de rozas con el resto de los aprovechamientos forestales. La vía de solución más frecuentemente propuesta, en este caso, era la de concentrar espacialmente las rozas, evitando su dispersión y el consiguiente incremento de los fuegos sueltos; igualmente se planteaba alargar su turno, favoreciendo con ello un pasto más abundante para las abejas:
(Partido de Trujillo) “Las rozas para sembrar también causan barios perxuicios con sus quemas por mas precauciones que tomen, pero obrando con arreglo no son las que mas dañan si estan en hojas continuadas, pero si las sacan en sitios discontinuos o separados, como en algunos valles que hay solo por exemplo quatro fanegas de terreno y doscientas de monte bajo ynutiles para sembrar, y asi en los demas es muy frecuente salir el fuego de estas rozas y destruir mas de dos leguas de dicho monte bajo con las colmenas y quanto existe en su situazion como lo he bisto, por lo que combendría prohibir semejantes arrompidos boluntarios y por lo regular executados sin las correspondientes licencias” (Interrogatorio,
Sorprende encontrar ciertos testimonios de una evidente modernidad. Para ciertos montes, caracterizados por su fragosidad y aspereza, el fuego se consideraba la única vía para una gestión adecuada del mismo, contribuyendo a disminuir su vulnerabilidad frente a los incendios:
(Aldeanueva de la Vera) “45. […] que en la dehesa de propios y boyal […] ay algunos montes ympenetrables al ganado y solo sirben para el abrigo de las fieras, el qual fuera muy util desmontar y el medio por donde esto se puede conseguir es rozandolo para sembrar, y por el medio y temor de quemar tal qual arbol que ay entre dichos montes sin fructificar cosa alguna y es yndispensable sin embargo de tener mucho cuidado y hechar fuera de los arboles el monte para quemarlo aun mas de aquellos pasos que mandan las ordenanzas, se hallan estos terrenos perdidos y los arboles que en si tienen mucho mas y al fin suele venir una quema estrabiada y abrasarlos todos, por lo que combendría aunque se quemase alguno rozarlo y sembrarlo” (Interrogatorio,
Fuente: Interrogatorio de la Real Audiencia (Interrogatorio,
A fecha de 24 de febrero de 2016, el RHIF tenía referenciados, para la provincia de Cáceres, un total de 2.065 incendios ocurridos entre 1790, fecha del Interrogatorio de la Real Audiencia, y 1967, el año previo a la puesta en marcha de la Estadística General de Incendios Forestales del Ministerio de Agricultura. La información que lo nutre tiene diversas procedencias, entre las que destacan las búsquedas realizadas en hemeroteca (85 incendios); el archivo del Ministerio de Agricultura (218); el Boletín y estadísticas de la Guardia Civil (137) y, sobre todo, el AHP de Cáceres (1.616). El número de referencias decrece conforme retrocedemos en el registro cronológico: 1.704 son del siglo XX, por 338 del XIX y 23 entre 1790 y 1800. Un volumen de información que permite extraer conclusiones bien fundamentadas.
En primer lugar, que las prácticas culturales de uso del fuego, tal y como fueron descritas a finales del siglo XVIII, pervivieron hasta los años 1960. Prueba de ello es que las negligencias en su uso constituyen la causa conocida más frecuente de incendio (447 registros)
El carboneo de brezo siguió practicándose en las sierras de Gredos, Gata y Hurdes, prácticamente en cualquier época del año, provocando incendios que progresivamente constituyeron un elemento de alarma mayor por su afección a las incipientes repoblaciones forestales, lo que llevó a su acotamiento en ciertas zonas. La roza y quema de monte pardo, preparando el terreno para su posterior sembradura, causaron no pocos incidentes en toda la provincia, principalmente entre julio y septiembre, transgrediendo en muchos casos la normativa reguladora que intentaba trasladar estas prácticas al otoño, una vez recibidas las primeras lluvias (Galiana,
Pervivencias en las prácticas y continuidad de ciertas percepciones. Los fuegos ganaderos, y su propagación descontrolada por zonas no deseadas, no se consideraban negligencias, sino directamente fuegos intencionados. Especialmente durante los veranos, las zonas altas de las sierras de Gredos y Gata, sobre todo, continuaron siendo quemadas. La deplorable situación de las Hurdes a comienzos del siglo XX se achacaba a la reiteración del fuego provocado por los pastores (Araque,
En definitiva, antes de la crisis rural de mitad del siglo XX, la evaluación de la presencia del fuego en el territorio no debe limitase a considerar la existencia de un régimen de incendios fuertemente controlado por la biomasa disponible y la población rural, caracterizado por pequeños incendios de vegetación (no únicamente forestales; también en el espacio agrícola), de baja intensidad y tamaño, frente a los que la defensa local (numerosa, experimentada y organizada) era perfectamente capaz de luchar con éxito (Galiana,
La agudización del problema de los incendios se produjo en paralelo a la crisis del sistema tradicional agrario, con el éxodo rural como factor determinante. El cambio en el régimen de incendios que se documenta en la provincia de Cáceres a principio de los 60 es la expresión de una menor capacidad de gestión del territorio, y es también en parte el reflejo de una menor amplitud y recurrencia en el uso del fuego en la gestión territorial. Para determinados paisajes, como hemos tenido ocasión de comprobar, el fuego era un componente fundamental en su configuración y mantenimiento. El déficit de fuego (Pausas,
El manejo de documentación histórica de procedencia diversa y amplio rango temporal (siglos XVIII, XIX y XX) ha permitido realizar una rigurosa caracterización de la importancia que tuvo el uso del fuego en el marco de los sistemas agrarios tradicionales mediterráneos, y de su evolución hasta la crisis rural de mediados de la pasada centuria. El ejemplo de la provincia de Cáceres es particularmente expresivo al respecto, dada la amplitud e intensidad que el uso del fuego llegó a alcanzar en las prácticas agroganaderas en este territorio.
La búsqueda de referencias históricas sobre la presencia del fuego presenta no pocas dificultades. La principal de ellas deriva de su cotidianeidad. La normalidad y frecuencia del uso del fuego en numerosas prácticas agrícolas y ganaderas provoca que las noticias sobre el mismo provengan, casi exclusivamente, de situaciones excepcionales, en los que su uso genere daños o conflictos. Denuncias, pleitos, actuaciones policiales y judiciales se convierten en las vías de acceso a una realidad evidente y oculta a un tiempo, mucho más amplia que lo que la estricta documentación nos informa. Relaciones territoriales que entren en el detalle de la descripción del uso del fuego, como es el caso del Interrogatorio de la Real Audiencia, son absolutamente excepcionales.
La voluntad de llegar a un conocimiento profundo de la presencia histórica del fuego en el territorio, complementando las aproximaciones al mismo a partir de fuentes estadísticas, está en el origen del RHIF. La base de datos nacional de incendios se inicia, y con grandes limitaciones, a partir de 1968, cuando los incendios se han convertido en un elemento de alarma social y política, cuando su comportamiento ya ha cambiado de manera súbita. Para ilustrar ese cambio es imprescindible un conocimiento de la realidad anterior que permita establecer relaciones explicativas útiles, contribuyendo a una gestión de este riesgo mejor informada.
Nuestro agradecimiento a los miembros del Grupo de Investigación UCM-930329 “Geografía, Política y Socioeconomía Forestal”, por su contribución a organizar la base de datos del RHIF, y en particular a Oskar Karlsson, por su colaboración en la
El régimen de fuego se define en función de la intensidad, estacionalidad, frecuencia, tipo (de superficie o de copas) y patrones espaciales de los incendios.
Interrogatorio formado de orden del Consejo para el gobierno del Regente y Ministros de la Real Audiencia de Extremadura, en la Visita que deben practicar en los partidos de aquella Provincia que se les han asignado por el Excmo. Sr. Conde de Campomanes, Gobernador del Consejo. 1790. Reproducido íntegramente en 1993, en edición de la Asamblea de Extremadura (Interrogatorio,
Serradillas, Nuñomoral.
Las citas textuales del
Fajas de anchura limitada intensamente desbrozadas. Se practicaban delimitando la roza y rodeando el arbolado incluido en la misma.
Un buen número de los incendios registrados en el periodo de estudio son de origen casual.