Estudios Geográficos 83 (292)
enero-junio 2022, e104
ISSN: 0014-1496 | eISSN: 1988-8546
http://estudiosgeograficos.revistas.csic.es/

RESEÑAS

BOOK REVIEWS

Cayetano ESPEJO MARÍN

Departamento de Geografía
Universidad de Murcia

https://orcid.org/0000-0001-6614-1365

Antonio T. Reguera Rodríguez, Catedrático de Geografía Humana en la Universidad de León, es de los pocos geógrafos españoles y europeos que ha buscado y encontrado en diversos autores y fuentes el papel de la Geografía en nuestro país. Desde comienzos de los años noventa del siglo pasado ha publicado varios libros que lo han convertido en un referente a tener en cuenta por los temas o por la obra de los personajes con los que ha trabajado, entre otras: Territorio ordenado, territorio dominado. Espacio, políticas y conflictos en la España de la Ilustración (1993); Geografía de Estado: Los marcos institucionales de la Ordenación del Territorio en la España contemporánea 1800-1940 (1998): José Manuel Ruiz de Salazar y Usátegui: Ingeniero y urbanista (2002); La obra geográfica de Martín Sarmiento (2006); Los geógrafos del Rey (2010); Relaciones Geográficas de la provincia de León (2012) y La carta geométrica. Los antecedentes del Mapa Topográfico Nacional (2017). En todas estas publicaciones, al menos, se han dado tres hechos: en primer lugar la originalidad de los temas tratados, en segundo lugar el tiempo y el saber hacer para la recopilación de la documentación necesaria y la redacción de cada obra, y en tercer lugar que todos los libros han sido publicados por la Universidad de León, lo que sin duda ha repercutido en beneficio de la difusión y prestigio editorial de la misma.

El último libro de Antonio T. Reguera lo ha dedicado al estudio en profundidad de la obra geográfica de Gaspar Melchor de Jovellanos, uno de los más destacados representantes de la Ilustración Española, nacido en Gijón en 1744 y fallecido en Puerto Vega (Navia) en 1811.

De la magnitud de esta obra dan cuenta unos datos iniciales. Estamos ante un libro con 500 páginas de texto, 12 páginas con las fuentes de información, 14 páginas dedicadas al índice geográfico y 8 páginas que recopilan el índice onomástico. Con ello se pone de manifiesto, una vez más, la labor y la relevancia de este Ilustrado Asturiano, en todos los ámbitos en los que participó.

Como bien indica Antonio T. Reguera, dada la amplitud de la obra de Jovellanos, los contenidos de la misma presentan una gran dispersión, después de haber señalado algunos discursos de contenido muy centrado; hay otros muchos discursos, memorias, representaciones, ensayos, viajes, cartas, diarios, etc. que ofrecen valiosos materiales, pero que precisan de una recolección selectiva. Por ello propone y lleva a cabo una organización operativa del desarrollo de la obra de Jovellanos, comprendida en este libro, que desglosa en tres grandes partes.

La primera la denomina la geografía que se observa, o que se ve. Que se ve a través de la observación directa en los viajes, en las comisiones de estudio y en otras operaciones similares, ocasionales o programadas. Da lugar a un documento muy reiterado en su obra que son las descripciones, en su mayoría de contenido geográfico específico, y en algunos casos de composición más compleja. Se encuentran en las memorias de los viajes, en los informes de las comisiones de estudio o en los artículos de un diccionario. Los contenidos de esta primera parte se exponen en 13 apartados titulados: la apología de los viajes y su cuadro general; dos viajes a Asturias, 1782 y 1790; las Expediciones de Minas y los Informes sobre el carbón de piedra; el Gran Viaje de 1791; Dos viajes por León y Asturias. Expediciones y materiales para un Diccionario Geográfico; el debate sobre la navegación del Nalón. Minas y puertos, ríos, caminos, barcos y carros; la carretera de Pajares (Gijón-León). Breve historia de un viaje redundante, o el camino que se hacía al construirlo; la minería y el Nalón. La fábrica de armas de Trubia; Un Viaje lustrado. Por la Meseta hacia La Rioja; Viaje reservado a las instalaciones de La Cavada y su entorno; Los viajes malditos. Mucha política, malas artes y la geografía de siempre; la estancia obligada en Mallorca. La isla como objeto; y los viajes del ocaso.

La segunda parte del libro lo denomina su autor la geografía que se enseña. Se refiere a actividades de formación que comprenden la creación, enseñanza y divulgación científicas, con propuestas concretas sobre instituciones, planes de estudio o su reforma, instrucciones u ordenaciones para los Colegios Universitarios y Academias. Aunque su principal trabajo en este capítulo de la obra de Jovellanos lo reservó para el Instituto Asturiano, tratando de ordenar en un mismo proceso dos conceptos: el de formación y el de utilidad. Cuatro amplios apartados comprenden este segundo apartado: El territorio enclasado. El Informe de la Ley Agraria; las ciencias de la Tierra en el Plan Educativo del Real Instituto Asturiano; la geografía histórica. De discurso ocasional a área de estudio; y los lugares y las palabras. El primer fundamento del saber geográfico.

La tercera parte la califica como la geografía que se representa, y era el conocimiento de los territorios a través de los mapas. Estos, por tanto, debían ser al mismo tiempo causa y expresión del conocimiento geográfico. Eran geografía matemática aplicada, de cuyo rigor y exactitud pendían derechos y obligaciones, posiciones y movimientos, recursos naturales y elaborados, y bienes muebles e inmuebles. Para el autor de este libro, en rigor Jovellanos no elaboró mapas, más allá de algún bosquejo o pintura con alguna información aprovechable para alguien, como Tomás López, capaz de procesar en su taller todo tipo de noticias cartográficas. Pero conociendo su importancia científica y su utilidad ejerció un destacado papel como promotor y gestor de mapas. Y lo que es más importante, se ocupó de que los estudiantes del Instituto pudieran acreditar el conocimiento de aquellas materias que les facultaban para hacer levantamientos cartográficos a las escalas topográficas, o de necesidades particulares, regional o nacional. Conoció de primera mano la vieja polémica sobre la carta geométrica del reino, lo que reforzó su determinación sobre la necesidad de la geografía matemática. Y en materia de planimetría urbana intuyó con sus propuestas el futuro no tan lejano de una ciudad abierta y ordenada, correspondida por una economía liberal y, a la vez, protegida. Esta tercera parte se desarrolla a través de cinco apartados: Orden y representación en la planificación de una ciudad portuaria. El Plan de Mejoras para Gijón (1782); los mapas de los territorios de las Órdenes Militares; el Plan de Extensión de Madrid; líneas de trabajo para hacer la descripción de Asturias; y la buena y exacta geografía de Asturias: los Mapas Topográficos.

Como bien afirma el autor del libro, viajes, planes de estudio y mapas soportan en buena medida una concepción geográfica que tiene entidad propia, pero que se desarrolla en un cuadro de relaciones interdisciplinares que es el que define todo su obra.

Para finalizar expreso mi más sincera felicitación a Antonio T. Reguera Rodríguez porque ha creado escuela en la Historia de la Geografía y de la Cartografía. Al igual que todas sus obras, ésta ha sido posible gracias a su capacidad para el análisis de la documentación disponible de Jovellanos, con contenido geográfico, y tras una brillante redacción han dado como resultado una publicación de carácter científico que permite ser comprendida por toda la sociedad.

Enhorabuena a la editorial Peter Lang por incluir esta publicación en el número 18 de su colección “Tradición Clásica y Humanística en España e Hispanoamérica”. Dada la relevancia del Ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos, con este libro, tanto su autor y como la editorial consiguen ampliar el conocimiento de su gran labor.