Estudios Geográficos 84 (294)
enero-junio 2023, e134
ISSN: 0014-1496 | eISSN: 1988-8546
https://doi.org/10.3989/estgeogr.2023139.139

RESEÑAS

BOOK REVIEWS

Tomás García Azcárate

Vice-Director del IEGD-CSIC
Investigador asociado del CEIGRAM

https://orcid.org/0000-0003-2902-886X

Reseña de: Fernando Molinero y Milagros Alario (2022): Una mirada geográfica a la España rural. Editorial REVIVES. 278 pp. https://www.age-geografia.es/site/nueva-publicacion-una-mirada-geografica-a-la-espana-rura

Fernando Molinero, en colaboración con Milagros Alario, respectivamente Profesor emérito y Profesor Titular de la Universidad de Valladolid, nos ofrecen una muy interesante mirada a la España rural. Ellos, prudentemente, le han añadido el adjetivo “geográfica”, pero el lector descubrirá rápidamente que es mucho más amplia y pluridisciplinar.

Por supuesto, las referencias a los libros de Sergio del Molino y Campo Vidal son múltiples a lo largo del libro, pero los autores abordan esta realidad con algo menos quizás de talento literario pero mucho más rigor analítico. Un capítulo entero está dedicado a presentar las metodologías de análisis espacial utilizadas y la riqueza que al libro añaden su multitud de mapas y cartogramas.

El libro se estructura en7 capítulos y unas conclusiones finales. Empieza por el estudio de la evolución de la población y del poblamiento rural, desde el inicio del siglo pasado hasta nuestros días. El estudio de la población lleva a los autores al estudio del territorio, “habitualmente olvidado” . Hablan, por supuesto, de “relieve”, pero también de ubicación espacial y climatología. Arman los autores una bazuca al destruir mitos sólidamente arraigados en nuestras mentes. Lo “rural”, como concepto unitario, salta por los aires. Hablemos mejor de “rural periférico” frente a rural “interno”; de rural “dinámico” frente a rural “estancado”; más de España “despoblada” y menos de España “vacía” o “vaciada”, o de España “septentrional” frente a la España “meridional”.

El cuarto capítulo está dedicado “al paso de la sociedad rural española desde un espacio rural básicamente agrario a un espacio rural dual y diverso en el que lo agrario predomina en términos de superficie, pero es marginal en términos de contenido económico y social”. Los autores señalan la contradicción, al menos aparentemente, en la que cae la Comisión Europea cuando, por un lado, en 1988 publica su análisis “El futuro del medio rural”, en el que promueve un desarrollo rural alternativo al agrario y, por otro, sigue enmarcando el desarrollo rural en el seno de una política que lleva con orgullo su adjetivo de “agrario”. Concluyen afirmando que “solo los LEADER se libran”.

Me he permitido añadir la coletilla “al menos aparentemente”, porque en una vida anterior me tocó trabajar sobre el dónde ubicar el desarrollo rural en el seno de las políticas europeas. No cabe desarrollar aquí las razones que han sustentado la opción elegida por la Comisión, pero van más allá de la habitual preferencia política por, cuando ello es posible, las soluciones más conservadoras y fáciles de implementar, lo que los politólogos llaman la “dependencia del sendero” (path dependence, en inglés). Tras un detallado análisis, las alternativas tales como su integración en el seno del desarrollo regional, planteaban inconvenientes al menos tan grandes como su mantenimiento en el seno de la PAC.

El quinto capítulo aborda el espacio rural como espacio ecológico, sin negar el interés de la interpretación literaria y cultural del éxodo rural, los autores desarrollan la importancia de otros factores, como el relieve accidentado y las pendientes, que dificultan la explotación agrícola y las infraestructuras; el clima con sus inviernos duros y el consiguiente aislamiento, y el agua. Al mismo tiempo, el clima contribuye al mantenimiento de una naturaleza silvestre y de los espacios naturales.

Todo esto lleva a los autores, en el capítulo 6, a abordar las funciones del espacio rural, preguntándose si el espacio de producción agraria se ha transformado en espacio residencial, urbano o de soporte de otras actividades. La respuesta no es obviamente categórica y lleva a los autores a realizar una descripción de la distribución geográfica de los cultivos y de la industria (en primer lugar, alimentaria). Los autores osan abordar una serie de problemas actuales de coexistencia interna en el medio rural, como son llamadas “macrogranjas” o los huertos solares. Se conocen las técnicas, se dispone de los medios y es verdad qué no hay qué obligar a nadie a asumir lo que no quiere, pero rechazarlas puede significar perder una oportunidad de impulso económico. En cambio, el desarrollo del turismo rural, con una fuerte componente de empleo femenino, goza de mucha mayor aceptación.

El capítulo 7 está dedicado al análisis de la evolución de las políticas de desarrollo rural, desde sus inicios a las actuales políticas frente al reto demográfico. Sin políticas que crean condiciones atractivas, seguiremos viendo agricultores y funcionarios que viven en las capitales y se desplazan hasta su lugar de trabajo. Esto implica potenciar la figura de la comarca como unidad básica que permita mantener un nivel adecuado de servicios al ciudadano. No dudan en afirmar los autores que “hay que resucitar la comarca si no queremos que los pueblos languidezcan”. También son necesarios los emigrantes si queremos revitalizar verdaderamente el medio rural, así como las inversiones que permitan a las mujeres rurales emprender y encontrar un empleo acorde con su creciente formación. Frente a otras experiencias más dirigistas, los autores destacan el positivo impacto de las iniciativas LEADER y PRODER, que “pusieron el acento en la promoción de nuevas actividades que permiten fijar población, especialmente femenina”.

De la parte final del libro, destacaremos “las tareas pendientes” de la política rural, un capítulo de gran actualidad, ya que incorporan a sus reflexiones tanto el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia como la polémica sobre el lobo. En opinión de los autores, “no se cuenta con “los agentes del territorio rural que mejor lo conocen y estos son los Grupos de Acción Local”. La primera tarea pendiente es la transformación digital, incluyendo los servicios por satélite “a precios asumibles y razonables”, ya que es difícil pensar que la fibra óptica se pueda extender por todo el ámbito rural. El segundo es la mejora de la accesibilidad y de las infraestructuras en torno a nodos y centros comarcales. El tercero es la potenciación de las ayudas a la dependencia, a las mujeres y a los jóvenes, aunque sobre este último colectivo no se hacen excesivas ilusiones: “habrá que esperar dos generaciones para que se produzca el cambio cultural y mental que significa el rehabilitar el campo”.

Si tuviera que poner una pega a esta obra, sería que los autores a veces se dejan llevar por su compromiso con los territorios rurales. Toman posición con valentía, aunque a veces se dejen llevar por el entusiasmo. Expresiones como “fundamentalismo ecologista” pueden tener cabida en un artículo polémico en prensa, pero desentonan (además de no añadir nada útil) en un libro de análisis como éste.

En resumen, nos encontramos con un estudio interesante, analítico, bien documentado y mejor aún ilustrado, que aborda con valentía un tema sobre el cual se está escribiendo mucho, y no siempre con rigor. Está disponible gratuitamente en internet. Solo me cabe terminar recomendando encarecidamente su lectura a todos aquellos interesados por el desarrollo y el territorio rural.