Cualquier investigación sobre la realidad socioespacial de la Corona de Castilla, en el siglo XVIII, encontrará en el Catastro de Ensenada (CE, en adelante) una fuente geohistórica de gran valor, pues, como exponen los conocedores de esta fuente, el CE no es un único documento sino un compendio documental que engloba multitud de documentos a diferentes escalas y niveles de representación, esenciales para entender nítidamente la geografía del presente. Con este propósito, la cartografía que incluye el conjunto documental de dicho catastro, a partir de los mapas mentales concebidos a modo de “croquis” municipales, justifica el creciente interés por este tipo de fuentes, así como el valor científico y divulgativo de la obra que nos ocupa. Sus autores, reconocidos expertos en el estudio de fuentes catastrales y paracatastrales, se proponen “llegar al gran público” con una obra que “no solo permite refrescar una parte importante de toda la información documental que supone el Catastro de Ensenada, sino que estudia en profundidad el marco espacial de la intendencia de La Mancha”. Por ello, el valor de la obra es doble: por un lado, al utilizar una documentación que, en el caso de La Mancha, sobresale por su notable estado de conservación; y, por otro lado, al ponderar con rentabilidad el detalle y singularidad de los “croquis” objeto de análisis y clasificación. El trabajo se estructura en tres apartados, más un generoso bloque de anexos en el que se presentan los datos extraídos del CE, en un total de ocho tablas a través de 35 páginas, más la cartografía localizada hasta el momento: 84 croquis en total, lo que supone un 85,7% de los 98 que integraban la intendencia manchega. El resto se ha perdido o ha sido robado.
El primer apartado analiza el valor documental de la fuente en su conjunto, sirviendo de referencia y encuadre a la hora de comentar la documentación específica utilizada en la investigación. De este modo, el CE se contextualiza históricamente, desde la gestación del Real Decreto en el que se ordena su realización y la Instrucción que detallaba la forma de actuar o método que debía seguirse en cada pueblo, lo que se había de averiguar, cómo fijar las utilidades y rentas, así como los libros oficiales en los que todo debía quedar recogido y formalizado. Para ello, se mantienen dos niveles de averiguación: la municipal y la provincial, de la que surgen distintos tipos de documentos resultado de la indagación directa y de la fase de verificación. Asimismo, se obtienen los resúmenes cuantitativos del ámbito municipal que sirvieron de base para elaborar los resúmenes cuantitativos a nivel provincial.
En el segundo apartado se definen los límites territoriales de la intendencia de La Mancha a causa de la división provincial promovida con el centralismo traído por los Borbones a España. El surgimiento de esta provincia por el desdoblamiento de la de Toledo, en las de Toledo y La Mancha, reveló el peso que tuvo el conde de Valdeparaíso, afincado en Almagro, al arrebatar esta localidad la capitalidad a Ciudad Real, en 1750, título por el que también pugnó una tercera: Manzanares; hasta que este título recayó nuevamente en la ciudad de realengo, en 1761. A pesar de las unidades de medida utilizadas en el CE (fanega funcional o de puño y fanega convencional o de cuerda), se logra encontrar la correspondencia entre las 98 entidades de población de la Intendencia con las 127 administraciones actuales, concluyendo que “los términos municipales han permanecido hasta nuestros días con relativas pocas variaciones”. Para la cuestión demográfica se utilizan las Respuestas Generales (RGs) y los Memoriales, así como la documentación de carácter secundario elaborada a partir de las fuentes primarias, obteniendo los efectivos de población y su distribución territorial en el periodo estudiado, todo ello acompañado de gráficos y tablas resúmenes, así como de una cartografía práctica y elocuente.
El libro se cierra con un tercer apartado que se complementa con el detallado anexo de croquis: 171 páginas dedicadas a la ligazón producida entre el paisaje revelado con los mapas mentales del siglo XVIII y la realidad geográfica actual. A ello ayuda que “el estado de conservación de los croquis encontrados en los diferentes archivos, en conjunto, es bueno, gracias, de nuevo, a la labor de los archiveros”. Asimismo, el material cartográfico de La Mancha presenta una gran variedad en la técnica de su elaboración: desde “auténticos paisajes” con representaciones muy detalladas y descriptivas, hasta simples trazados del perímetro, pasando por otros de carácter intermedio donde se dibujan los puntos cardinales y algún hito significativo, además del perímetro. Finalmente, se propone una clasificación tipológica de los croquis manchegos apoyada en dos criterios: uno de carácter formal, basado en el tipo de dibujo y el contenido del mismo; y otro de autoría, no tanto personal como de la audiencia o equipo catastral encargado, contando a veces con un geómetra o agrimensor cuya falta solía suplirse con “expertos locales” que ofrecían verdaderas “vistas” de las características topográficas y paisajísticas del término.
En definitiva, nos encontramos ante una obra muy sólida que ahonda en el estudio de las fuentes geohistóricas, en particular del Catastro de Ensenada, tomando como espacio de referencia la Intendencia de La Mancha. Una publicación muy didáctica y divulgativa que ofrece una visión precisa de la percepción y representación de territorio a mediados del XVIII. La posibilidad de réplica que ofrece la metodología aplicada enriquece una obra que, además de generar nuevo conocimiento, abre futuras líneas de investigación. En síntesis, la experta mirada de sus autores ofrece una obra de interés histórico y geográfico a partir de los llamados “mapas antiguos” que son, sin duda, una fuente del máximo interés para estudiar la evolución del paisaje y del territorio representado, así como para conocer los avances de las técnicas de representación cartográfica o la percepción “popular” del espacio y su identidad en los paisajes de La Mancha.